Ir al contenido principal

Entrevista / "No encuentro nada heroico, ni en el pasado ni en el presente"


Augusto Munaro - Diario La Capital - Rosario, 21 de agosto de 2011

Posición. "Uno propone y la acción literaria dispone", dice Aulicino.
Cuando en 1969 Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) publicó Reunión, tenía todo un oficio por delante: desarrollar su vocación como poeta. Pronto le siguieron Mejor matar esa lágrima (1971), Vuelo bajo (1974) y Poeta antiguo (1980), libros que, como diría en una entrevista respecto a sus tempranos esfuerzos estéticos, "abrían y cerraban un ciclo de aprendizaje y de tanteos". No obstante, aquellos textos sirvieron como "campo de maniobras" para lo que vendría luego en su madurez: la consolidación de una estética propia.

Con la aparición de La caída de los cuerpos (1983), su poética dio un viraje. Allí sus poemas jugaban un duelo inusitado entre forma y contenido, marcando el inicio de una depuración estilística, que se acentuó en Paisaje con autor (1988). Apostando a la carga de significación de la poesía y las circunstancias, donde los objetos se tornan elementos de reflexión, Aulicino piensa y percibe el encantamiento de las cosas que se cristalizan en el peculiar modo de pensar que ofrecen sus versos. Otra respiración, cuya gravedad hilvana realidad e imaginación sin carga retórica.

Su último aporte, el Libro del engaño y del desengaño (Ediciones en Danza) encuentra su esquema en el justo medio entre premeditación e improvisación, donde "la fertilidad y la aridez se unen míticamente". Una obra que vertebra ese modo fluctuante de posicionarse a favor de la flexibilidad analítica del lenguaje. Una escritura permeable siempre a preguntas estremecedoras, desvinculándose de cualquier etiqueta, dando origen así a una batalla por amparar el signo de su uso degradado y banal. Con una extensa trayectoria en periodismo cultural, Aulicino se desempeña actualmente como editor adjunto de la revista Ñ.

Libro del engaño y del desengaño no tiene un único eje temático. ¿Cuál fue su mayor preocupación al escribirlo?

—Mi preocupación consistía en llenar los días con los fragmentos del recuerdo de una época y un tipo de acción política. Debía ser mi réquiem objetivo a esa época. Pero uno propone y la acción, en este caso literaria, dispone, coaligada con la memoria emotiva. Primero, como se ve en el primer poema de la primera parte del libro, hay un escenario vacío. Cuando comencé a retroceder en el tiempo, en un ejercicio consciente de memoria, me di cuenta de que la memoria se abría hacia distintos caminos. La memoria resultó ese montón de fragmentos de hojas que el viento introduce en la habitación y luego arrastra y barre, en una imagen típica de melancolía y decadencia. En resumen: el recuerdo épico, y el modo en que yo me lo planteaba, yendo del pasado relativamente reciente a un presente rugoso y en cierto modo inmodificable, terminó yendo mucho más atrás, por momentos. Y hay momentos en que el diálogo entre el pasado y el presente se hace imposible. No esperaba eso. Quería yo entender el engaño desde el desengaño, pero no lo logré. La suma da cero. No hay nada heroico ni en el pasado ni en el presente. En cierto modo ese poema se me hizo angustiante. Es angustiante. No se abre a un nuevo realismo, despojado y sin compromisos ya con el pasado. Y no puede lograr que el pasado duerma en el pasado su sueño de gloria. Ese fue el resultado de mi intención inicial, que era una intención de distanciamiento, de despojamiento.

—¿Cuál sería el argumento del poema?

—Un ajuste de cuentas. Pero ya le digo, no lo conseguí. Las cuentas siguen pendientes. El empeño mismo de escribir se pone en cuestión en la primera parte del libro. Hay poemas de ese largo canto, de ese canto en 30 estancias, que hablan concretamente de la desmesura de querer reescribir un pasado político, una metafísica, en el presente. Porque de eso se trató en realidad. No de un discurrir en busca de un diálogo con el pasado, sino de que el engaño tuviese algún aura. Y que eso incitara a insistir en la realidad, ya con menos peso, con menos deuda. A mí se me presenta ahora muy claro que cuando uno no quiere salirse de lo que entiende como su real "yo" lírico se mete en un barrizal. Entonces: mi intención fue aproximarme al pasado con absoluto compromiso personal y sacralizar —en el mejor sentido de la palabra— el presente, la inmediatez, la acción misma. Lo que obtuve fue, más que productivo desengaño, una desolación.

—¿Qué verdad de fondo transmite este libro?

—Uno tiene que tener su temporada en el infierno. El libro tiene cuatro tramos. El último es el que más me interesa. "El árbol de Baudelaire". En cuanto a la primera parte, el poema "Del engaño y del desengaño", yo siento que me venció el asunto. Fue como reencontrarse con una pesadilla —todos, o muchos, hemos tenido una pesadilla en el pasado— y volver a sentir el clima de esa pesadilla, y querer escapar. Una pesadilla irredimible, no sé si me explico. La verdad, si hay alguna verdad en ese poema, en ese canto, es que los mejores momentos del pasado estuvieron en la huida de la realidad, de lo que se llamaba realidad, y que era sólo un delirio de la peor estofa. O en los momentos en que se comprendía que la acción era coherente con alguna necesidad, con necesidades de bajo vuelo, por así decirlo. Pero no eran esas simples necesidades —el salario, tener pan en la mesa— las que movieron a las mentes de la pequeña burguesía revolucionaria. No había necesidad, no había necesidad de morir de aquella forma. Yo me di de cara contra eso. Otra vez, como si no lo supiera. En este país sucedieron cosas inenarrables, literalmente hablando.

—¿La poesía sirve para desengañarse de la realidad?

—La realidad no engaña. A la realidad hay que comprenderla. La poesía debería servir a ese intento. Cuanto más se la comprende, más extraña es la realidad. Por eso sólo puede percibirse (apenas percibirse) su trama en momentos extáticos. La cuestión es que la historia requiere narración. No se puede ver la historia sino como relato. No podemos entenderla si no tiene esa estructura, la estructura de relato. La poesía es auxiliar de la historia en ese sentido.

—¿Alguna vez le preocupó ser original?

—No quiero fingirme modesto, pero la verdad es que la palabra original me suena obscena. Ingmar Bergman decía que le había fascinado el ejército de artesanos que había contribuido, a lo largo de decenios, a construir la catedral de Chartres. Si lo piensa, es impresionante. Las catedrales demoraban muchas décadas en construirse. Y movían al trabajo a miles de artesanos, cada uno agregando un detalle al mismo tiempo místico y artístico al conjunto. Decía Bergman, entonces: quiero ser un artesano de la catedral que se alza en la llanura. No me puedo olvidar de esa frase. El trabajo, el trabajo humano, no comulga con la originalidad. Eso es lo que sé.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Almas en movimiento

(Texto completo. Publicado en 1995 por Libros de Tierra Firme) Sabe Júpiter que no es posible ni verosímil que la material corporal, la cual es combinable, divisible, manejable, contráctil, formable, móvil y consistente bajo el dominio imperio y virtud del alma, sea aniquilable ni en punto alguno o átomo destruible... Giordano Bruno, “La expulsión de la bestia triunfante” 1. Habitaciones para turistas Química blanca En el alba rancia, en la mañana, en la luz que amansa, sin embargo llegan sonidos incongruentes, como rugidos, relinchos, quejidos, y se diría abajo hay campo, un roquedal, el mar, el patio de un cuartel. El hombre parido de la noche intranquila al día no se molesta en mirar por la ventana: encontrará, sabe, la calle, los árboles de siempre. Recita en voz baja, canta, se baña. Filtrados por las cañerías, los conductos de aire, sintetizados con otros más lejanos de trenes y gallinas, estos ruidos sonarán a qué en otros cuartos. Ha

Entrevista / La idiosincrasia del idioma

Martín Bentancor -  La Diaria, Uruguay  - 15 de septiembre de 2023 - Cuando joven, Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) se formó como poeta –signifique esto lo que signifique– en el Taller Literario Mario Jorge de Lellis, espacio al que también asistían otros escritores en ciernes como Irene Gruss, Marcelo Cohen y Daniel Freidemberg. Cuando joven, también, se propuso entender lo que decían los poetas italianos en su propio idioma, iniciándose así su derrotero como traductor que, con los años, lo llevó a verter al español a Cesare Pavese, Eugenio Montale, Pier Paolo Pasolini y Luciano Erba, entre otros, además de publicar, en 2015, su impresionante versión en tres tomos de la Divina Comedia. Como periodista, durante décadas fue un animal de redacciones en agencias, revistas, diarios y suplementos, y en 2015 recibió el Premio Nacional de Poesía. Desde hace 17 años administra el blog Otra iglesia es imposible, que se actualiza a diario con poemas de autores que conforman una lista kilométr

Texto Completo / Cierta dureza en la sintaxis

Cierta dureza en la sintaxis (Texto completo publicado en 2008 por Selecciones de Amadeo Mandarino) 1 Cierta dureza en la sintaxis indicaba la poca versatilidad  de aquellos cadáveres; el betún cuarteado de las botas  y ese decir desligado del verbo; verbos auxiliares,  modos verbales elegantemente suspendidos, elididos,  en la sabia equitación de una vieja práctica. ¿De qué hablás, de qué hablás? Pero si fue ayer... Fue ayer... Estabas frente al lago de ese río:  qué lejana esa costa, qué neblinosa y mañanera.  Lo tenías todo, no te habías arrastrado en la escoria  de las batallas perdidas antes de empezadas, no andabas en el orín de estos muertos... Lo comprendo, no era el Danubio, era el Paraná que marea porque viene del cielo cerebral, pero aun así... ¿Se justifica la alegre inacción, el pensamiento venteado? Abeja: la más pequeña de las aves, nace de la carne del buey. Araña: gusano que se alimenta del aire. Calandria: la que  canta la enfermedad y puede curarla. Perdiz: ave embus